Gabriela Portillo es cirujana y candidata a un posgrado en gestión de la salud. Actualmente está trabajando en la respuesta humanitaria COVID-19 de CARE en Honduras con el Proyecto Prolempa, una iniciativa para aumentar el bienestar económico de las mujeres y los jóvenes en la región rural de Lempa del país. La región es conocida como el Corredor Seco y sus residentes enfrentan severas sequías, escasez de agua e inseguridad alimentaria debido a la falta de lluvia. Con la llegada y propagación del COVID-19, el equipo adaptó sus tácticas y objetivos a las necesidades creadas por la pandemia.
Ella es parte de la respuesta humanitaria COVID-19 realizada con financiamiento del gobierno canadiense. CARE y Prolempa están implementando la respuesta, que consiste en entregas como paquetes de alimentos, kits de higiene, insumos agrícolas con huertos familiares, traslados y vales de supermercado. Estos partos tienen lugar en áreas donde la comunidad, respetando las pautas de distanciamiento social, puede aprender sobre resiliencia económica, prevención de riesgos durante la pandemia y violencia de género.
Gabriela realiza su trabajo, informando sobre la prevención de riesgos durante estos partos.
“Estoy feliz de ser un trabajador humanitario. Ha habido un gran esfuerzo en la respuesta [COVID-19]. La mayoría de los involucrados en el proyecto no hemos visto a nuestras familias, sin embargo, todo el equipo sigue siendo negativo para COVID-19 y eso es un gran alivio para nosotros. Somos muy conscientes de la responsabilidad que asumimos cada vez que visitamos una comunidad.
“Usamos máscaras N19 para proteger a quienes entran en contacto con nosotros. El EPP de protección total es algo que dejamos para uso hospitalario, para los que trabajan en las salas COVID-19, incluso más expuestos que nosotros, los que luchan contra el virus en los hospitales. [Aquí en Honduras] El EPP es escaso y lo necesitan para proteger sus vidas. No podemos llegar a una comunidad con el EPP completo porque eso crearía pánico en las comunidades que visitamos.
“A lo largo de todo este proceso, desde las familias que recibieron alimentos o transferencias monetarias, las mujeres fueron las organizadoras, las líderes porque conocen el contexto”.
“Vamos a las comunidades para entregar alimentos, transferencias de efectivo y brindar capacitación. Nos aseguramos de seguir los protocolos de bioseguridad. Verificamos las temperaturas y explicamos el uso de termómetros y cómo los termómetros infrarrojos son inofensivos. Pedimos síntomas previos y nos aseguramos de que los participantes se laven las manos y la distancia social. Proporcionamos máscaras. Una de las lecciones aprendidas en una de las comunidades del oeste de Honduras es que muchas personas no tienen acceso a máscaras desechables y no pueden permitirse comprar una. Muchos no vieron su uso y decidieron no dar prioridad a la obtención de una máscara. Se nos ocurrieron alternativas y encontramos máscaras reutilizables con su ropa tradicional Lenca. Los usaron con orgullo.