MOGADISHU, SOMALIA - Hamdi es uno de seis hijos. Sus padres se divorciaron y la abandonaron a ella y a sus hermanos cuando ella solo tenía 6 años, poco después de haber huido de los combates en curso en su ciudad natal en la región del Bajo Shabelle hacia Mogadiscio. Los niños se vieron obligados a valerse por sí mismos. La hermana mayor de Hamdi, Istar, se convirtió en la única madre y padre que conocerían.
Al principio, Hamdi estaba matriculado en una escuela que brindaba educación primaria asequible financiada por la ONU, pero en 2013, la escuela se cerró debido a la falta de fondos y Hamdi abandonó la escuela. Siempre había soñado con ser doctora, pero con el cierre de su escuela y la incapacidad de su hermana para pagar las cuotas escolares, se sintió perdida y desanimada.
“Mi vida había perdido sentido”, dice Hamdi. Comenzó a lavar ropa para otras familias para mantener los ingresos del hogar. Ella es de un clan minoritario en Somalia, lo que significa que enfrenta más desafíos y tiene menos oportunidades en comparación con los otros clanes dominantes, especialmente en términos de acceso a una educación de calidad y un empleo remunerado.
De todos modos, las oportunidades de educación en Somalia son limitadas. Solo el 42 por ciento de los niños en edad escolar primaria del país van a la escuela. La guerra civil, la sequía, el desplazamiento y las fuertes barreras sociales y económicas han afectado la educación y contribuido a una de las tasas de matriculación escolar más bajas del mundo.