“Quería continuar en la escuela y participar en el grupo de niñas”, Ayana* dice. “Pero me rendí a la presión de la familia, esperando que sus problemas económicos mejoraran con una boca menos que alimentar”.
Durante generaciones, la escasez de alimentos y el aumento de los costos han empujado a familias como la de Ayana a la pobreza, lo que, a su vez, ha aumentado el riesgo de que las niñas caigan presa del matrimonio infantil, precoz y forzado.
El reciente informe de CARE sobre Violencia de Género e Inseguridad Alimentaria ofrece una instantánea de este ciclo de hambre, desigualdad y violencia, que revela cómo la inseguridad alimentaria y la pobreza a menudo han reforzado el privilegio, el poder y el control masculinos, lo que a su vez ha empujado a más niñas como Ayana al matrimonio precoz.
Por lo tanto, estas niñas tienen menos probabilidades de permanecer en la escuela, más probabilidades de sufrir un embarazo adolescente y más probabilidades de sufrir violencia de género. De acuerdo a investigación de USAID, estas condiciones desiguales para las mujeres y las niñas han contribuido a la pobreza de la comunidad y han profundizado la inseguridad alimentaria.
El trabajo de CARE en todo el mundo, en lugares como Etiopía y Bangladesh, ha demostrado que, a pesar de lo arraigado que se ha vuelto este ciclo, las comunidades están comenzando a cambiar.
Están cambiando, en parte, porque están viendo cómo invertir en la igualdad de género no solo hace que las mujeres y las niñas estén más seguras, sino que les ayuda a acceder a los alimentos, ayuda a sus familias a comer más y puede aumentar su producción de alimentos, lo que, en vez, está ayudando a sacar a comunidades enteras de la pobreza.
Las niñas que se habrían encontrado en la situación de Ayana ahora luchan contra los roles aceptados y las normas sociales que tradicionalmente han puesto en riesgo a las mujeres y las niñas.
Y sus comunidades finalmente están escuchando cuando estas niñas dicen que no.