Hoy, Haití es uno de los países más peligrosos del mundo.
En Puerto Príncipe, todas las escuelas cerraron sus puertas bajo amenazas de incendio intencional. Las empresas privadas allí están siendo saqueadas o obligadas a pagar una tarifa periódicamente para seguir funcionando, pese al riesgo de secuestros.
Tras la violencia que estalló el 29 de febrero de 2024, el 4 de marzo se declaró el estado de emergencia y un toque de queda renovable de 7 a 5 horas, para permitir que el aparato de seguridad del Estado, incluido el ejército, recuperara el control de la capital. . Bandas armadas atacaron el centro penitenciario de Puerto Príncipe y liberaron a más de 4,000 prisioneros.
El 2 de marzo, el Aeropuerto Internacional Toussaint Louverture tuvo que cerrar sus puertas, deteniendo todas las operaciones debido a los intensos tiroteos sostenidos por parte de las pandillas.
Desde hace casi tres meses, la inestabilidad política, la inseguridad, la violencia, las violaciones y los saqueos han sumido a todo el país en un caos sin fin.
'Todas las áreas son rojas'
Mi nombre es Billy Dason y soy empleado de CARE Haití. Hace unos meses, varias áreas nuevas, incluida el área donde vivo, “Tabarre 23”, fueron consideradas “zonas rojas” por la seguridad de CARE Haití, lo que significa que no se permiten movimientos de vehículos ni de personal en las áreas. Esto es por la seguridad y protección de sus empleados.
Desafortunadamente, hoy en día gran parte de Puerto Príncipe se encuentra dentro de las zonas rojas. Las bandas armadas controlan ahora alrededor del 85 por ciento de Puerto Príncipe.
Desde el 29 de febrero, cerca de mi casa los disparos no cesan. Antes rara vez la oíamos por las noches. Hoy es de mañana y de tarde. Durante varias semanas, solo dormí entre 30 minutos y 1 hora por día. Tuve que poner todos mis documentos importantes en una bolsa cerca de mi cama para poder anticipar una solución en caso de un ataque a mi casa.
Intento aguantar a mi hijo de cinco años fingiendo sonreír por la mañana, pero ahora no es suficiente. Todo el barrio está en pánico. No tenemos electricidad y la comida en la zona empieza a escasear. A veces tengo que viajar largas distancias en motocicleta para conseguir provisiones de alimentos. Tabarre vive tiempos oscuros y no tenemos dónde refugiarnos en estos momentos.