Sobre la crisis en Afganistán
La situación de seguridad en Afganistán continuó deteriorándose en agosto de 2021. La ciudad capital de Kabul, la última área importante bajo control del gobierno, cayó en manos de los talibanes, el último capítulo de la lucha de décadas de Afganistán contra el conflicto y la agitación. Muchos afganos temen que desaparezcan los avances en materia de desarrollo que tanto ha costado conseguir, especialmente para las mujeres y las niñas. Mientras el mundo observa y espera ver qué sucede, las necesidades humanitarias aumentan.
La gente en Afganistán está literalmente corriendo por seguridad. Según la ONU, más de 393,000 han huido de sus hogares solo en el último mes, en respuesta a la escalada del conflicto. Esto se suma a los 3.5 millones de personas ya desplazadas. La mayoría permanece en el país y tan cerca de sus hogares como lo permiten los combates. Casi todas las personas desplazadas carecen de alimentos, agua y atención médica, y cada día llegan más.
Según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, uno de cada tres afganos, alrededor de 14 millones de personas, padece una "inseguridad alimentaria aguda". Los factores incluyen la sequía en curso, así como el conflicto, COVID-19, los altos precios de los alimentos y el desempleo desenfrenado.
Finalmente, se han reportado más de 150,000 casos de COVID-19 en Afganistán, pero se sospecha que el número es mucho mayor debido a las pruebas limitadas. El sistema de salud afgano no está a la altura de la crisis, con solo 300 ventiladores en todo el país. Además, la responsabilidad de cuidar a los miembros de la familia recae principalmente en las mujeres, incluso si ellas mismas están enfermas.
Anticipamos que las necesidades empeorarán a medida que se acerque el invierno, y las familias desplazadas tendrán que hacer frente a las bajas temperaturas y las nevadas.