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'Quiero que el mundo lo sepa': las mujeres ugandesas hacen sonar la alarma sobre el cambio climático

En medio de cultivos atrofiados en el jardín de su familia, Ajina lucha por encontrar vegetales para cosechar. En lugar de hacer tres comidas al día, su familia actualmente sólo puede conseguir lo suficiente para una comida diaria. Foto: Katumba Badru/CARE

En medio de cultivos atrofiados en el jardín de su familia, Ajina lucha por encontrar vegetales para cosechar. En lugar de hacer tres comidas al día, su familia actualmente sólo puede conseguir lo suficiente para una comida diaria. Foto: Katumba Badru/CARE

Ajina Amuga, de 66 años, sentada en el suelo frente a su casa en una aldea de Okere, en el distrito de Otuke, en el norte de Uganda. La madre de seis hijos y abuela de cinco sostiene en su cadera a la bebé Ajina, su nieta de un año y homónima. Mira su jardín, a unos metros de distancia, y piensa en cómo las cosas solían ser diferentes.

“Es tarde y aún no hemos iniciado el fuego, porque no sabemos…” dice Ajina, deteniéndose.

Lo que no dice es que no sabe si encontrarán verduras para cosechar en el huerto. No sabe de dónde conseguirán alimentos, ni si serán nutritivos, ni cómo afrontará la creciente presión para mantener a su familia en medio de patrones climáticos cambiantes que han provocado inseguridad alimentaria.

No sabe si valdrá la pena siquiera encender un fuego para cocinar.

Ajina Amuga sostiene en brazos a la bebé Ajina, su nieta y tocaya. Mientras los residentes luchan por hacer frente al cambio climático en el norte de Uganda, la inseguridad alimentaria se ha convertido en un desafío cada vez mayor, explica. Foto: Katumba Badru/CARE

Según la ONU, el Gran Cuerno de África, donde vive Ajina, sufre la sequía más larga y grave jamás registrada. La región ha tenido seis “temporadas de lluvias” consecutivas sin lluvia. Millones de personas están enfrentando el hambre aguda, y más de 1.75 millones de personas tienen fdirigió sus hogares en busca de comida y agua.

En Uganda, variabilidad creciente Los patrones climáticos y el aumento de las temperaturas han perjudicado la producción agrícola, el ganado y el acceso al agua, amenazando vidas y medios de subsistencia, incluido el de Ajina.

Los patrones climáticos impredecibles han dificultado que los agricultores cosechen sus cultivos, y los últimos dos años han sido particularmente desafiantes, dice Ajina.

“Tenemos perspectivas sombrías. Las cosas están mucho peor que antes”, afirma. "Si vinieras hace unos años, me encontrarías secando mijo en el recinto".

'Nada que almacenar'

Anjina tiene 10 graneros en su complejo, todos utilizados para almacenar granos y otros cultivos que cosechó. Con el paso de los años, se han vuelto obsoletos “porque no hay nada que almacenar”, afirma.

Su familia solía comer tres comidas al día, pero ahora sólo pueden conseguir comida suficiente para una. A medida que la situación empeora, gran parte de las responsabilidades de proveer alimentos han recaído en las mujeres.

Ella lo ha experimentado de primera mano. Ella dice que su esposo ha recurrido al alcohol y pasa sus días bebiendo mientras ella se las arregla para mantener a la familia. Sus hijos han hecho lo mismo, dejándola a ella y a sus nueras a cargo de los niños. Dijo que esta práctica está muy extendida y que el abuso de sustancias aumenta a medida que los hombres se intoxican con alcohol de fabricación local para hacer frente a la presión de la pobreza y el hambre crecientes.

"Las mujeres son las más afectadas por los cambios climáticos porque los hombres pueden huir".

Ajina Amuga

Mary Ocen, que está sufriendo los efectos devastadores del cambio climático, se encuentra en medio de su granja. Si bien cosechó 500 kilogramos de sésamo en 2021, solo pudo cosechar 100 kilogramos en 2022 y no espera ninguna cosecha este año. Foto: Katumba Badru/CARE

Adaptación e inversión

A pocos minutos de la casa de Ajina, una de sus vecinas, Mary Ocen, de 68 años, se enfrenta a sus propios desafíos derivados de la crisis climática.

Para combatir los períodos de sequía más prolongados, Mary y otros residentes de Okere están recurriendo al manejo del ganado, ya que la cría de vacas, cabras y pollos depende menos de la lluvia que el cultivo. Los residentes de la aldea también han diseñado un proyecto de riego de 50 acres que implica perforar bajo tierra para obtener agua e incorporar energía solar para ayudar a los residentes en la agricultura.

El proyecto propuesto, que se desarrollaría en fases, sería gestionado por Ciudad de Okere, una organización local de desarrollo sostenible. Ayudaría a 50 hogares a producir alimentos durante todo el año para sus familias y vender el excedente para generar ingresos. Se estima que la primera fase de cinco acres costará 30,000 dólares.

Según Mary, recibir apoyo de personas y organizaciones fuera de la aldea es una posible solución "porque, como pequeños agricultores, no hay mucho que podamos hacer".

Ciudad de Okere

La alternativa a la resiliencia climática, explicó Mary, es la intervención divina:

“La segunda solución”, dijo. “Es que el Dios todopoderoso vendrá al rescate”.

El nieto de Ajina camina por el complejo familiar junto a cultivos que se han visto afectados por los efectos del clima en el norte de Uganda. Foto: Katumba Badru/CARE
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