Olena, madre de dos hijos de Korosten, a unos 170 km al noroeste de Kiev, es una de las personas que se han hospedado en Garden. Cuando Korosten fue atacada, Olena huyó con sus hijas, Arina, de 3 años, y Karina, de 5. Su esposo permaneció en su ciudad natal. “Fue horrible y muy aterrador cuando volaban los cohetes. Cuatro casas se incendiaron y se quemaron por completo, dice Olena. “Mis hijos no sabían antes lo que significa la guerra, pero pasaron tiempo en el sótano, experimentaron el miedo y los horrores de los bombardeos”.
Después de un largo viaje en tren a Lviv, Olena y sus hijas encontraron un respiro en Garden. Sin embargo, mientras Karina y Arina corretean y juegan en los colchones, Olena sigue preocupada por el futuro. Ella no sabe qué hacer ni adónde ir. Por ahora, se queda en Garden, pero está considerando mudarse más. “Tal vez vayamos a Polonia, o tal vez no... No quiero irme de Ucrania, pero me preocupa la seguridad de mis hijos. No quiero que escuchen las sirenas y experimenten los horrores de la guerra nuevamente”, explica.
Mientras está de pie en la terraza donde los invitados a la boda bebían champán en el pasado pacífico, Olena piensa en su futuro:
“No sé qué pasará mañana, pero sé que quiero vivir y estar con mis hijos.
Y mi mayor deseo es el fin de la guerra para poder volver a casa. Simplemente quiero ir a casa y estar allí con mi familia, como antes de la guerra”.