Zainab, de 24 años, vive con su esposo y sus dos hijos en un asentamiento para desplazados internos en Kabul, Afganistán. La pareja se las arreglaba con su trabajo como jornalero y su trabajo criando gallinas y vendiendo huevos hasta que llegó el coronavirus.
“No puedo alabar nuestra vida antes del coronavirus, pero nos estaba yendo bien. Mi esposo y yo estábamos trabajando para brindarle una buena vida a nuestro hijo y luego estábamos esperando un nuevo hijo ”, dice.
Cuando golpeó la pandemia, la gente entró en pánico. Los precios se dispararon y la comida se volvió inasequible para millones. "La gente comenzó a acumular y almacenar cantidades innecesarias de alimentos", dice Zainab. "Los primeros meses fueron los más duros".
Afganistán ya estaba atravesando una grave crisis alimentaria provocada por el conflicto en curso, el clima extremo y los altos precios de los alimentos. El coronavirus agravó la ya desesperada situación. Ahora 13.15 millones de personas, el 42% de la población del país, se enfrentan al hambre.
El esposo de Zainab perdió su trabajo tan pronto como el gobierno anunció los cierres. La reducción de ingresos combinada con el aumento de los precios de los alimentos dificultó la alimentación de su familia.